viernes, 29 de octubre de 2010

el backstage de una noche cualquiera

Amo a mi profesor de radacción que nos hizo escribir algo así...un aguafuerte, al mejor estilo de R. Arlt

Desde la barra principal, posición estratégica del boliche de moda, se puede distinguir y clasificar jornada tras jornada a los personajes asiduos de la movida nocturna, bailando al son de las “mejores canciones”, según criterio profesional del “dj”.

Vaso en una mano, agitando un billete en la otra, moviendo el cuerpo de un lado al otro se acerca el primer consumidor a mi caja. Preparo la luz que detecta billetes falsos, aunque después de dos años ya estoy harto cansada de distinguirlos con sólo tocarlos.

“Un porrón” me grita sobre un “llora, me llama…”, pedido que para 1 persona no rosarina como yo, es el equivalente al de alguna comida rápida en chino mandarín. Ante, lo que supongo es mi cara de desconcierto total, se abre la oportunidad perfecta para que el individuo en cuestión diga con aire de superado “una lata de cerveza, flaca”, haciendo especial hincapié en la primera sílaba de la palabra denigrante hacia cualquier mujer.

Si bien con los diferentes días del fin de semana varía la gente, siempre, pero siempre me toca atender al espécimen carroñero que quiere conseguir absolutamente todo a un precio menor, que practica dos horas antes frente al espejo su mejor cara del gato con botas, compañero del ogro verde, para dar lástima al tiempo de pedir: “tengo nueve con ochenta y cinco, ¿me das la lata igual?” (Sí, sale diez pesos) a la media hora de haber empezado la noche, a lo que yo le pregunto con mi mejor cara de póker: ¿ Y para que saliste con tan poca plata?, aunque modestia aparte, soy tan buena que le vendo esa lata y las diez siguientes a lo largo de la noche a otros nueve con ochenta y cinco.

Recibir onomatopeyas de todo tipo como respuesta al precio desorbitado de un “ferné”, es, a esta altura, un clásico, junto a escuchar las razones económicas de por qué yo debería hacerles un descuento, simplemente por estar “a fin de mes”. En mi mente, mientras tanto repaso la respuesta que no digo por miedo a que me despidan: “¿¡quién te obligó a salir!?”

Como verán, ando con pocas pulgas a la hora de darle a entender a cualquiera que su presencia al lado de mi caja, lisa y llanamente, me es insoportable. A veces, si estoy muy de buen humor llego a escribir “mi” número de teléfono o dirección de e-mail (falsos ambos, obviamente). O a veces intento en vano explicar que el estar ebrio él, no significa que yo también lo esté, por lo tanto mientras él tiene la imagen mental de un ganador, cual personaje de Peter Capusotto, yo tengo la imagen real de un borracho desesperado.

A pesar de todo, al finalizar cada noche puedo decir si “estuvo buena” o no, y me doy cuenta de que el sí o el no depende de la cantidad de hechos que se fueron sucediendo que quedan siempre como anécdotas para contar al otro día, así que gracias amantes del alcohol y la música de Fuerte Apache, gracias por hacer mis noches más llevaderas…




martes, 19 de octubre de 2010

me di cuenta de que cada día me gusto un poquito más...



preocupante para mi vida amorosa, pero feliz al fin!